20 feb 2011

La hamburguesa como paradigma de la comida rápida

Las poblaciones desarrolladas gozan de una amplia disponibilidad de alimentos; se disfruta de las comidas, de trabajo y de tiempo de ocio, en un contexto mayoritario de un hijo único por pareja y con esperanza de vida media de 75 a 80 años, gracias en parte a la disminución de la mortalidad infantil y a medios eficaces para combatir las enfermedades y determinados trastornos. Las dietas actuales son muy distintas en variedad, valor nutritivo y palatabilidad a las de nuestros antepasados, y un consumo en exceso de alimentos es casi inevitable.




El fast-food o comida rápida, es un sistema de alimentación que explica los cambios del concepto de alimentación tradicional para una fase industrial de la comida, en la cual su procesamiento es hecho propiamente en los moldes tecnológicos que imprimen esa característica.

El consumo de este tipo de comida no supone ningún inconveniente para la salud, siempre que no se convierta en un hábito ni sustituya a alimentos básicos. Pero lo que está ocurriendo es que cada vez más personas los incluyen como base de su dieta, sin ser conscientes de los peligros nutricionales que ello conlleva, como el aporte de excesiva energía, azúcares, grasas saturadas y trans, colesterol, abundantes aditivos, etc.


La hamburguesa moderna nace de las necesidades culinarias de una sociedad que disfruta de los beneficios de una creciente industrialización y que, debido a ella, lleva un ritmo de vida más acelerado.

La expansión mundial y los cambios en las costumbres establecidas han suscitado el rechazo de las cadenas de hamburgueserías por parte de quienes las asocian a una imagen de un mundo perverso y excluyente como el que, al parecer, es propio de tiempos globalizados.


La «socialización» de este tipo de hábitos alimentarios comienza -antes que por la propuesta de un imaginario al que aspirar- por una mera cuestión económica: la comida rápida, la comida basura, es un producto barato; ésa es la circunstancia fundamental que impulsó el desarrollo de las principales franquicias norteamericanas, y esa razón original -lo económico de su coste, lo barato de su elaboración, que repercute en el precio de llegada a consumidor final- se ve refrendada en la actualidad, cuando empezamos a advertir cómo las enfermedades relacionadas con la sobrealimentación ya no son patrimonio de EEUU, ni siquiera de Europa como escenario «colonizado», sino de países de América Latina y del continente africano y asiático.

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