En el pasado, la alimentación en los países desarrollados iba ligada a la supervivencia, a la satisfacción del apetito y a ponerse a salvo de enfermedades causadas por deficiencias de ciertos nutrientes. Esta concepción de la alimentación como una necesidad básica del ser humano ha ido cambiando a lo largo del tiempo. La tendencia actual y de futuro en Occidente es que los alimentos deben promover la salud y contribuir al bienestar del consumidor.
Una dieta saludable puede ser eficaz en la protección frente a las enfermedades crónicas, como son las cardiovasculares (ECV), degenerativas (osteoporosis, Alzheimer, etc.) diversos tipos de cáncer, la diabetes, la obesidad, etc.
Un alimento funcional es algo más que un alimento enriquecido o un complemento alimentario, y en la Unión Europea se considera que los alimentos funcionales deben ser componentes habituales de la dieta; lo que les diferencia de los nutracéuticos, farmaalimento, vitaalimentos y los complementos alimenticios.
Nuestra salud, bienestar y longevidad están muy relacionados con la diversidad bioquímica de los alimentos que comemos. Ejemplo de ello es la relación entre alimentos y salud cardiovascular.
Los avances en la investigación de la composición y las propiedades de los nutrientes han dado lugar a estos alimentos modificados, cuyas moléculas bioactivas interaccionan con genes, proteínas y otras biomoléculas implicadas en la regulación metabólica. Al afectar al equilibrio homeostático, ayudan a mejorar la salud y a prevenir enfermedades crónicas u otras alteraciones.
Un alimento funcional es «aquel que le confiere al consumidor una determinada propiedad beneficiosa para la salud, independientemente de sus propiedades puramente nutritivas». Son productos destinados a la prevención y no a la curación de determinadas patologías, y pueden tener efectos favorables sobre la salud y el bienestar, al reducir el riesgo de padecer ciertas enfermedades crónicas.
El mercado de la industria alimentaria va encaminado hacia el diseño de nuevos alimentos que satisfagan las expectativas del consumidor: preocupación por un estilo de vida sano y reconocimiento del papel de la dieta en la prevención de enfermedades. Productos alimentarios enriquecidos con sustancias antioxidantes (vitaminas C, A y E, compuestos polifenólicos, etc.), yogures con fibra o productos lácteos enriquecidos en ácidos grasos poliinsaturados omega-3 y esteroles vegetales son claros ejemplos de un nuevo tipo de alimentos que podemos encontrar en todas las superficies comerciales.
Alimentos funcionales y prevención de riesgos cardiovasculares
Los alimentos funcionales podrían tener su papel en los diferentes factores predisponentes de las ECVs: hipertensión arterial, integridad de los vasos, dislipemias, hipercolesterolemias, lipoproteínas oxidadas, niveles elevados de homocisteína, incremento de la coagulación sanguínea y bajas concentraciones de vitamina K circulante.
La presencia en la dieta de ciertos ácidos grasos pueden modificar el perfil de lípidos en sangre. La fibra y los antioxidantes, como los flavonoides, también pueden influir en los niveles de colesterol: los flavonoides pueden inhibir la oxidación de las lipoproteínas de baja densidad o colesterol-LDL e influir en la capacidad inmunocompetente, y los fitoesteroles son capaces de reducir el colesterol-LDL.
Ahora bien, la eficacia de este nuevo tipo de alimentos debe verificarse mediante pruebas científicas suficientes con estudios en poblaciones humanas para cada alimento funcional en las condiciones normales de consumo humano. Por otra parte, la ingesta de alimentos funcionales no debería contribuir a alterar los hábitos alimentarios saludables y la dieta equilibrada.
La investigación sobre alimentos funcionales es un campo emergente en la ciencia de la alimentación y cada vez se hará más necesario garantizar su seguridad entre el conjunto de la población. La Unión Europea, mediante un organismo denominado FUFOSE (Functional Food Science in Europe), regula las alegaciones de salud (en ingles qualified health claims) y la información dirigida al consumidor sobre los efectos favorables de los alimentos funcionales en la nutrición y prevención de enfermedades.
Alimentos enriquecidos con omega-3
Los principales ácidos grasos poliinsaturados omega-3 son el ácido linolénico que se encuentra principalmente en alimentos vegetales, como las nueces, el aceite de soja, oliva, colza, y ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA), cuyas principales fuentes son los pescados, como la caballa, el salmón, el atún, la trucha, el bacalao, la merluza, etc.
Los ácidos grasos omega-3 favorecen la dilatación de los vasos sanguíneos y la irrigación de los distintos órganos, disminuyen la agregación plaquetaria y la formación de trombos, reducen la concentración de colesterol total y triglicéridos en sangre, además parecen ejercer un efecto protector frente a determinados tipos de cáncer (mama, colon y próstata).
El descenso en el consumo de alimentos, como pescado o frutos secos, entre las poblaciones urbanas ha provocado que cada vez sea más frecuente encontrar alimentos funcionales enriquecidos o fortificados en omega-3, como son margarinas, productos lácteos, huevos, galletas, distintos productos cárnicos, conservas de alimentos, etc.
Alimentos enriquecidos con omega-6 y omega-9
Los ácidos grasos poliinsaturados omega-6, especialmente los derivados del ácido linoleico (abundante en muchos aceites vegetales, como el de girasol, en el maíz, la soja y los frutos secos), reducen la colesterolemia total a expensas del colesterol- LDL. Esto podría reflejar un efecto directo del ácido linoleico y sus derivados, aumentando la expresión de los receptores hepáticos del colesterol-LDL y su captación por el hígado.
Una dieta rica en ácidos grasos monoinsaturados omega-9 (ácido oleico) tiene un efecto protector frente a las ECV, ya que produce un aumento de las lipoproteínas de alta densidad (colesterol-HDL) y disminuye el colesterol-LDL. Como consecuencia, el efecto también se muestra sobre el colesterol total, que disminuye en aquellas dietas con alimentos ricos en ácidos grasos omega-9, como es el aceite de oliva. Asimismo, dietas ricas en ácido oleico —en comparación con otras ricas en ácidos grasos poliinsaturados— dan lugar a una menor tendencia a la modificación oxidativa, que marca en gran medida la capacidad aterogénica del colesterol-LDL. Además de estos efectos beneficiosos sobre el perfil lipídico del plasma, se han descrito otros efectos «cardiosaludables» del aceite de oliva.
Hay alimentos funcionales que incorporan ácidos grasos omega-6 y ácidos grasos omega-9 (alto oleico) a su composición, como es el caso de margarinas, aceite de girasol, galletas, distintos productos lácteos, etc.
Dentro de los ácidos grasos poliinsaturados, el ácido linoleico conjugado (CLA, en sus siglas inglesas) es una de las moléculas que más interés ha suscitado en parte de la industria alimentaria en los últimos años. Desde su descripción, y tras evidenciar ciertos efectos positivos en animales de laboratorio, se han creado muchas expectativas por su posible inclusión en multitud de alimentos funcionales, como por ejemplo leche, yogur, queso, zumo, etc. Las posibilidades eran increíbles: reducción del peso corporal, de los depósitos de grasa en el organismo, regulación del metabolismo, reducción de apetito y otras muchas ventajas que podían redundar en una reducción de los niveles de obesidad de la población. Pero estudios más amplios en personas han demostrado que la actividad de esta sustancia es inferior a la esperada, por lo que son necesarias más investigaciones que demuestren su idoneidad en nuevos alimentos.
Sustancias antioxidantes
Las ECV son patologías relacionadas con la agresión oxidativa por radicales libres. En el caso del desarrollo de ateroesclerosis se produce por mecanismos de peroxidación lipídica. La lesión del endotelio arterial es el punto de partida para la formación de la placa de ateroma, aunque se desconoce la causa de la lesión inicial. La vitamina C (ácido ascórbico y dehidroascórbico), la vitamina E (tocoferoles), la vitamina A (retinoles y carotenoides), los compuestos polifenólicos (flavonoides) forman parte de muchos alimentos diseñados como funcionales porque disminuyen la oxidación del organismo. Estas sustancias enriquecen gran cantidad de productos, como zumos, néctares, productos lácteos, galletas, pastas, margarinas, mantequillas, etc. El aceite de oliva, base de la dieta mediterránea, es una fuente rica de ácidos grasos monoinsaturados (ácido oleico) y sustancias antioxidantes (vitamina E y polifenoles).
Fitoesteroles
Los esteroles vegetales son ingredientes naturales de la dieta que sirven para disminuir los niveles de colesterol plasmático. Las fuentes alimentarias habituales de estos compuestos son los aceites vegetales de girasol, maíz, oliva y soja, los frutos secos, las frutas, las legumbres, las hortalizas y las verduras. Se han descrito más de doscientos tipos diferentes de esteroles vegetales, siendo el más abundante el ß-sitosterol, seguido por el campesterol y el estigmasterol. Su estructura similar hace que compita con el colesterol dietético y biliar, impidiendo su absorción intestinal y, por lo tanto, disminuyendo el colesterol plasmático en las personas que los consumen como un ingrediente más de su alimentación. El aumento de la cantidad de esteroles vegetales en una variedad de alimentos puede ser una ayuda importante en la protección de las personas con hipercolesterolemia frente a la ateroesclerosis y las ECVs relacionadas. Ejemplos de alimentos funcionales enriquecidos con fitoesteroles son algunos tipos de aceites vegetales, margarinas y productos lácteos (leche, yogur y queso).
¿ Píldoras nutritivas ?
Según la legislación vigente, los complementos alimenticios son fuentes concentradas de nutrientes o de sustancias con efectos nutricionales o fisiológicos, cuyo fin es suplementar la dieta normal, «a causa de los modos de vida o por otras razones».
Los alimentos funcionales continúan siendo alimentos, no tienen forma farmacéutica (en este sentido, la perspectiva europea difiere de la norteamericana, que contempla más los nutracéuticos) y sus efectos deben producirse con las cantidades habituales en que consumimos los alimentos en nuestra dieta.
Muchos complementos alimenticios y/o medicamentos contienen vitaminas, minerales y compuestos bioactivos antioxidantes con especificidades individuales antirradicales libres: vitaminas E, C, A, carotenoides, polifenoles, selenio, cobre, zinc, etc. Aunque no existe evidencia directa de que el consumo de más antioxidantes prolongue significativamente las expectativas de vida, si existen datos razonables de que el consumo elevado de frutas, verduras y hortalizas disminuye la incidencia de algunos cánceres y ECVs. Por ello, sería adecuado tomar diariamente al menos cinco raciones de estos alimentos, así como reducir la ingesta global de grasas y carnes rojas.
Es necesario sensibilizar a la población sobre sus hábitos alimentarios y evitar prácticas muchas veces habituales, como la ingesta de dietas ricas en grasa, fumar, consumir cantidades excesivas de alcohol y todo ello complementado según los casos con sustancias antioxidantes. Además, es importante tener en cuenta el grupo de población de los consumidores al diseñar los complementos y/o medicamentos antioxidantes con fines terapéuticos. Cuando se trata de una población de edad avanzada, se necesita buscar formas para minimizar el estrés y así limitar el exceso de formación de radicales libres. En el caso de los deportistas que realizan un ejercicio muy intenso, incluso agotador, está indicada la administración de mezclas de compuestos antioxidantes (vitaminas C, E, glutatión, ß-caroteno, licopeno, polifenoles, ...), puesto que cada uno de ellos protege contra formas distintas de radicales libres y en compartimentos celulares distintos. Para conseguir un estado nutricional saludable, en la población en general, es fundamental hacer ejercicio físico con regularidad e ingerir una dieta suficiente, variada, equilibrada y agradable al paladar con importante aporte de frutas y verduras.
En el siglo XXI, y gracias a la conclusión del proyecto del genoma, el desarrollo de la proteómica y metabolómica es posible identificar a las personas con predisposición a enfermedades relacionadas con la alimentación, lo que permite a las industrias alimentarias/farmacéuticas proporcionar propuestas individualizadas y adecuadas para prevenir/tratar enfermedades y mejorar la salud .
En el futuro de la alimentación se intensificará el diseño de alimentos para grupos específicos de consumidores: alimentos hipocalóricos, hipercalóricos, para diabéticos, para fenilcetonúricos, celiacos, hipertensos, etc. Los avances científicos en el terreno de los componentes de la dieta en relación con enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, la obesidad, el cáncer, la diabetes, el Alzheimer, el Parkinson, etc., permitirán desarrollar alimentos específicos indicados para ayudar a su prevención y como coadyudantes de su farmacoterapéutica.
En el futuro de la alimentación se intensificará el diseño de alimentos para grupos específicos de consumidores: alimentos hipocalóricos, hipercalóricos, para diabéticos, para fenilcetonúricos, celiacos, hipertensos, etc. Los avances científicos en el terreno de los componentes de la dieta en relación con enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, la obesidad, el cáncer, la diabetes, el Alzheimer, el Parkinson, etc., permitirán desarrollar alimentos específicos indicados para ayudar a su prevención y como coadyudantes de su farmacoterapéutica.
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