La historia del colesterol no es muy diferente a la de otras sustancias fundamentales para nuestra vida, ya que su desarrollo en el tiempo incluye intuición, esfuerzo, paciencia, experimentación, ingenio y creatividad.
La primera evidencia sobre la existencia del colesterol se la debemos al fisiólogo y anatomista Poulletier de la Salle, quien en 1769 aisló una sustancia de carácter "aceitoso" de la vesícula biliar de cadáveres.
Quien redescubrió el colesterol años después, fue el gran químico Michel-Eugéne Chevreul a quien se reconoce como el "padre" del conocimiento que actualmente tenemos sobre los lípidos en general y sobre las grasas y aceites en particular. Chevreul, en 1824, separó de la bilis humana una sustancia que identificó como "similar a una grasa" y que llamó "colesterina". Más aún, identificó que la colesterina era el principal componente de los cálculos biliares, algo ya observado por de la Salle.
La asociación del colesterol con la formación de los ateromas y la aterosclerosis no fue sencilla, ya que debieron transcurrir muchos años para que esta vinculación fuese aceptada por la comunidad científica.
En 1910, Windaus describe en sus estudios sobre ateromas de la arteria aorta que la estructura química de esa masa lipoidea son cristales de colesterol. Por ello le fue concedido en 1928 el premio Nobel de Química.
La primera evidencia sobre la existencia del colesterol se la debemos al fisiólogo y anatomista Poulletier de la Salle, quien en 1769 aisló una sustancia de carácter "aceitoso" de la vesícula biliar de cadáveres.
Quien redescubrió el colesterol años después, fue el gran químico Michel-Eugéne Chevreul a quien se reconoce como el "padre" del conocimiento que actualmente tenemos sobre los lípidos en general y sobre las grasas y aceites en particular. Chevreul, en 1824, separó de la bilis humana una sustancia que identificó como "similar a una grasa" y que llamó "colesterina". Más aún, identificó que la colesterina era el principal componente de los cálculos biliares, algo ya observado por de la Salle.
La asociación del colesterol con la formación de los ateromas y la aterosclerosis no fue sencilla, ya que debieron transcurrir muchos años para que esta vinculación fuese aceptada por la comunidad científica.
En 1910, Windaus describe en sus estudios sobre ateromas de la arteria aorta que la estructura química de esa masa lipoidea son cristales de colesterol. Por ello le fue concedido en 1928 el premio Nobel de Química.
En 1913, Anitschkov e Ignatowsky, alimentando conejos con dietas ricas en colesterol, demostraron que los niveles de colesterol plasmático se elevaban y había un aumento de arterioesclerosis.
Strom y Jensen observaron en Noruega que durante la Segunda Guerra Mundial , periodo comprendido entre 1940 y 1945, la frecuencia de las enfermedades isquémicas de corazón disminuyeron en un 50%, evidenciando una alta correlación entre el consumo de grasa total y de colesterol, y la mortalidad por arterioesclerosis cerebral y coronaria.
En 1950 Gofman publicó en Science, que al separar el suero de conejos alimentados con colesterol, según los protocolos de Anichkov, mediante el uso de la ultracentrífuga, el colesterol se separaba en dos fracciones claramente identificables: "low density lipoprotein" (LDL) y "high density lipoprotein" (HDL). Este artículo abrió, literalmente, los ojos de la comunidad científica y médica ante los peligros del colesterol de la dieta.
Kinsell descubrió en 1952 que la alimentación con vegetales, asociada a una disminución de la ingesta de productos animales, producía una disminución del colesterol plasmático, particularmente del colesterol-LDL. Confirmandose por otro grupo de investigadores encabezados por Ahrens, que además, asociaron el consumo de grasas insaturadas con la reducción del colesterol plasmático.
Las primeras observaciones del efecto hipocolesterolemiante de los fitoesteroles datan de hace más de 50 años, cuando al alimentar pollos con semillas de soja se observó un descenso de las concentraciones plasmáticas de colesterol.
Las primeras observaciones del efecto hipocolesterolemiante de los fitoesteroles datan de hace más de 50 años, cuando al alimentar pollos con semillas de soja se observó un descenso de las concentraciones plasmáticas de colesterol.
Considerado por muchos el gran impulsor de la denominada dieta mediterránea, Ancel Keys fue pionero mundial en el estudio del colesterol en sangre. Pero su gran aportación a la ciencia fue el Estudio de los sietes países, primer ensayo epidemiológico multinacional sobre el tema dieta-colesterol-enfermedad cardiovascular.
En 1954, Keys, Anderson y Grande Covián realizaron un estudio sistemático de la relación entre la composición en ácidos grasos de la dieta y su efecto sobre los niveles de colesterol total en sangre. Se estudió en la población de siete países la relación entre el consumo de grasa y la incidencia de infarto de miocardio, en él se observó una relación positiva entre infarto de miocardio y consumo de grasa saturada, e igualmente una elevada correlación entre los niveles de colesterol total en plasma y la incidencia de infarto de miocardio.
En 1968, Wissler demostró en primates la capacidad de una dieta, similar a la estadounidense, para producir elevación de colesterol en sangre y formación de placas de ateroma.
En 1971, Bang y Dyerberg determinaron los efectos fisiológicos de los ácidos grasos poliinsaturados omega-3, realizando un estudio epidemiológico en el que se comprobó que la población esquimal era la que ingería mayor cantidad de grasa, pero, en cambio, la incidencia de ECV era prácticamente nula. A partir de ese momento comenzaron los estudios nutricionales para determinar qué componentes eran los que protegían a dicha población frente a esta patología, determinándose que eran las grasas del pescado azul y de la foca. Una vez analizadas cualitativa y cuantitativamente se comprobó el alto porcentaje que tenían de ácidos grasos poliinsaturados omega-3: ácido eicosapentaenoico (EPA) y ácido docosahexaenoico (DHA).
En 1983, Mahly e Innerarity publicaron sus observaciones en animales de experimentación, en los que comprobaron que las dietas ricas en ácidos grasos saturados y colesterol disminuyen los receptores del colesterol-LDL de las células hepáticas hasta en un 90%, produciendo un aumento del colesterol-LDL en plasma.
El resto de la historia del colesterol ha seguido un desarrollo vertiginoso, coronado, sin lugar a dudas, por el descubrimiento de los investigadores Brown y Golstein en 1983 del receptor celular de las LDL y del control intracelular que determina los niveles plasmáticos de colesterol-LDL y su relación con la aterogénesis. En 1985, se les concedería el premio Nobel de Medicina por descubrir la hipercolesterolemia familiar, en la cual se produce un aumento de colesterol en sangre y ECV prematura, sin que en la dieta esté elevada la proporción de grasa saturada y el colesterol.
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